El ser humano no está preparado fisiológicamente para aguantar situaciones de estrés por un tiempo demasiado prolongado. Cada ser humano tiene un límite para el estrés que es capaz de soportar, desde días, meses o incluso años.
La evolución humana desarrolló el estrés como un mecanismo de supervivencia para reaccionar ante situaciones de riesgo, amenazantes o peligrosas. Es decir, situaciones puntuales que podrían durar minutos a lo sumo, donde era necesaria una reacción rápida, que activase el cuerpo y nos permitiera bombear más sangre y ser capaces de escapar o luchar contra ese peligro.
Durante este estado puntual debido a la liberación en sangre de cortisol, se elevan los glucocorticoides y catecolaminas, suponiendo una brecha en la homeostasis del cuerpo, que se refiere al equilibrio natural que existe dentro de nosotros en relación directa al oxígeno en sangre, su acidez y la temperatura corporal.
Ante un pico de estrés y su reacción en nuestro cuerpo estamos preparados, pero no contra un estado constante donde el estrés se vuelve crónico. En este punto, donde tener un estado alterado es lo normal en nuestro cuerpo, es donde empiezan a aparecer las primeras patologías y síntomas de que un problema está ocurriendo en nosotros.
En una situación crónica de estrés, una de las principales reacciones que experimenta el ser humano es la ansiedad. Un estado mental y sobre todo físico, en el cual experimentamos una disfunción y desajuste cognitivo caracterizado por un cuadro de malestar psicofisiológico que va desde dolor y opresión física, hasta sensación de inseguridad y miedo constante.
Ante esto, el tratamiento farmacológico suele consistir entre otros en la prescripción de benzodiacepinas, con propiedades ansiolíticas, hipnóticas, anticonvulsivantes y relajantes musculares. Uno de sus mayores inconvenientes es el efecto de tolerancia, por ello se recomienda que dicho uso se reserve en casos en los que no pueden utilizarse otras alternativas, restringiendo su utilización a períodos cortos o usarlos de forma intermitente empleando la dosis mínima eficaz. Presentan efectos adversos, tales como dependencia, eficacia dudosa a largo plazo, toxicidad en sobredosis (potenciada con el consumo de alcohol), efecto rebote asociado a la supresión de su administración, y efectos secundarios y tóxicos como ataxia, amnesia, vértigo, disartria, incoordinación motora, sedación al día siguiente y desinhibición.
Pero esta no es la única manera disponible de tratar la ansiedad, ya que la acupuntura ha sido una terapia y tratamiento probado eficazmente, con buenos resultados y lo más importante, sin efectos secundarios más allá de la sensación inicial que pueda causar la aguja al atravesar la piel, prácticamente indolora.
El hecho de que la acupuntura trate la ansiedad como un trastorno físico, donde lo que perdemos es el equilibrio del flujo de Qi, le da un nuevo enfoque y la solución que ofrece, menos invasiva y nociva, puede ser eficaz en la mayoría de los casos. Esto, combinado con fitoterapia para aliviar los síntomas antes y después de un tratamiento de acupuntura, puede mostrar unos resultados excelentes en el alivio de los síntomas de la ansiedad y el estrés.
La Medicina Tradicional China por tanto puede ofrecer una alternativa eficaz en el tratamiento de la ansiedad, de forma complementaria a los tratamientos habituales.
Puedes encontrar más información sobre el tratamiento de fitoterapia y acupuntura para la ansiedad en mi blog y mi web.
Si tienes problemas de estrés o ansiedad contacta en info@alicanteacupuntura.com o en el 654315562. En Sinergia Acupuntura podemos ayudarte.
Referencias:
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- Martínez Pérez JR et al: Acupuntura, auriculoterapia y fitoterapia en el tratamiento del asma bronquial. Revista electrónica Dr. Zoilo E. Marinello Vidaurreta. 33(4)oct.- dic. 2008
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